Decibelandia: ¿Y qué es precisamente la frecuencia del sonido?

Pues si hemos visto un reloj de péndulo, el péndulo se mueve con una cierta frecuencia; siempre es la misma excepto si no le damos cuerda. Los columpios en los que juegan los niños, oscilan con un cierta frecuencia, es decir van y vienen.

Voy a decir una cosa que a lo mejor les causa extrañeza, pero en este mundo, en esta realidad que existimos, todo tiene una frecuencia; todo está en constante vibración. Seguramente alguien no estará de acuerdo, pero eso no importa porque lo que es, es, independientemente de lo que pensemos que es.

Para referirnos al sonido usamos la palabra onda y existe la percepción de que la onda “viaja”, pero eso no es lo que pasa. Las ondas del sonido no se trasladan, sino que las moléculas de aire, que son como pelotitas, suben y bajan en el mismo lugar

Si observamos con detenimiento las olas del mar, vamos a ver cómo, la misma ola sube y baja, en el mismo lugar. No se traslada y sin embargo presenta el comportamiento de una onda, como ya lo vimos en el ejemplo de la ola del estadio de futbol.

Bueno, pues el sonido tiene dos componentes: su intensidad, es decir el nivel de presión sonora que es su intensidad, su volumen pues, y su frecuencia. La frecuencia es lo que hace que un sonido se escuche muy agudo como el canto de un canario o muy grave como el rugido de un león.

Entonces ¿qué queremos decir cuando decimos que el sonido es una onda con una cierta frecuencia?

Pues lo que queremos decir es que las moléculas del aire, que son las que permiten que el sonido llegue a nuestros oídos, se mueven en su lugar un cierto número de veces por segundo. Al moverse, golpean a la molécula que está junto a ella y así sucesivamente, hasta que las moléculas que están pegadas a nuestro tímpano, lo golpean, obligándolo a moverse.

La intensidad, el nivel de presión sonora, el volumen pues, es qué tan fuerte golpean estas moléculas al tímpano.

Parecería que el sonido llega instantáneamente a nuestro tímpano, y tenemos esa impresión porque el sonido viaja a 340 metros por segundo a una temperatura de 200C. Sin embargo, cuando escuchamos el trueno de un relámpago, primero vemos el resplandor de la luz, porque la luz viaja más rápido que el sonido y, como el rayo se produce muy lejos de donde estamos nosotros, escuchamos unos segundos después el trueno, porque el sonido viaja más despacio que la luz.

Si las moléculas del aire tienen una alta frecuencia, éstas harán que el tímpano vibre muy rápido y el cerebro generará la percepción de un sonido agudo. Y al contrario, si tienen una baja frecuencia y tienen la intensidad necesaria, el cerebro generará la percepción de un sonido grave, como el rugido de un león.

Fíjense que los humanos experimentamos el fenómeno auditivo gracias a nuestro cerebro. Fuera de nosotros no hay sonido, solo moléculas vibrando. El sonido, al igual que la vista y todos los sentidos, se producen en nuestro cerebro. Pero fíjense que nuestro cerebro sólo puede “ver” en determinadas frecuencias de la luz; no puede ver el ultravioleta, ni tampoco el infrarrojo.

Las serpientes sí “pueden ver” el infrarrojo con su lengua bífida, es decir detectan el calor de sus presas y sácatelas las muerden y, si son venenosas, pueden producir la muerte. ¡Mejor no acercarse a las serpientes aunque nos digan que sean buenas; no vaya ser la de malas que se vuelvan malas!

De la misma manera tampoco podemos “oír” arriba de 16,000 Hertz o las frecuencias a las que “oyen” los radiotelescopios. Así que el “ver” y el “oír” de los humanos es muy limitado, aunque nos sintamos los reyes de la creación, que ciertamente no lo somos.

Un águila puede ver a muchos kilómetros de distancia y una serpiente, como ya lo vimos, puede “ver” el infrarrojo por el calor que emiten sus presas. Los seres humanos somos muy limitados en este sentido; muchos organismos nos superen en este renglón, y por mucho; y bueno también en otros, pero eso no es tema de esta explicación.

Les recuerdo que pongo “ver” y “oír” entre comillas, porque lo que decimos que vemos y oímos solo existe dentro de nuestro cerebro; es un fenómeno que crea el cerebro. Afuera de nosotros solo hay vibraciones que percibimos, dentro de nuestro ámbito y, fuera de éste, no lo percibimos y necesitamos de instrumentos especializados para hacerlo.

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